martes, 20 de noviembre de 2012

PRIMER REPORTE DE LECTURA, DEL SEGUNDO PARCIAL


El muchacho sintió una punzada en el corazón al pensar en el hijo del comerciante. En su ciudad debía de haber algún vendedor de palomitas.

El viejo hojeo el libro y se distrajo leyendo una página. El chico espero un poco, y lo interrumpió de la misma manera que él lo había interrumpido.

Porque tú intentas vivir tu Leyenda personal. Y estas apunto de desistir de ella.

¿Y tu apareces siempre en esos momentos?.

No siempre de esta forma, pero jamás deje de aparecer. A veces aparezco bajo de forma de una buena salida, de una buena idea.

El viejo le conto que una semana antes había tenido que aparecer ante un garimpeiro (buscador de oro y piedras preciosas) bajo la forma de una piedra.

Como le había sido un hombre que había apostado por su leyenda personal, el viejo decidió intervenir. Se transformo en una piedra, que rodo sobre el pie del garimpeiro. Este con la rabia y la frustración de los cinco años perdidos, arrojo la piedra lejos. Pero la arrojo con tanta fuerza, que se golpeo contra otra y se rompió mostrando la esmeralda más bella del mundo.

Las personas aprenden muy pronto su razón de vivir – dijo el viejo-. Si quieres saber sobre tu tesoro, tendrá que cederme la decima parte de sus ovejas.

-¿ y no sirve una decima parte del tesoro?

El viejo se decepciono:

-          Si empiezas por prometer lo que aun no tienes, perderás tu voluntad para conseguirlo.

-          De cualquier manera, es bueno que aprendas que todo en la vida tiene un precio. Y esto es lo que los guerreros de la Luz intentan enseñar.

-          Mañana, a esta misma hora. En traes una decima parte de tus ovejas. Y yo te enseñare como conseguir el tesoro escondido. Buenas tardes.

y desapareció por una de las esquinas de la plaza.

El muchacho intento leer el libro, pero ya consiguió concentrarse. Estaba agitado y tenso, porque sabía que el viejo decía la verdad.

Comenzó a caminar sin rumbo por la ciudad y llego hasta el puerto. Había un pequeño edificio, y en él una- ventanilla donde la gente compraba pasajes. Egipto estaba en áfrica.

-otro señor-dijo el hombre de la ventanilla a su ayudante,  mientras el muchacho se alejaba

-, no tiene dinero para viajar.

Cuando estaba en la ventanilla el muchacho se había acordado de sus ovejas.

Y sintió miedo de volver junto a ellas. Había pasado dos años aprendiendo todo sobre el arte del pastoreo: sabía esquilar, cuidar a las ovejas preñadas, proteger a los animales de los lobos. Concia todos los campos y pastos de anda lucía. Conocía el precio justo de comprar y vender cada uno de sus animales.

Desde ahí  arriba podía verse áfrica. Alguien le había explicado ciertas ves que por ahí a habían llegado los moros que ocuparon durante tantos años a España.

Desde ahí podía ver así toda la ciudad, incluso la plaza donde había conversado con el viejo.

Maldita la hora en que encontré a se viejo, pensó. Había ido solamente a buscar una mujer que interpretarse sueños. De la mujer y el viejo concedían importancia de que él era un pastor.

Un viento comenzó a soplar. El conocía aquel viento: la gente lo llamaba levántate, por que con este viento llegaron también las hordas de infiele. Hasta conocer tarifa, nunca había pensado que áfrica estuviera tan cerca. Esto era un gran peligro: los moros podrían invadir nuevamente.

El levántate comenzó a soplar más fuerte. Estoy entre las ovejas y el tesoro, pensaba el muchacho.

Yo abandone a mi padre, a mi madre y al castillo de mi ciudad. Ellos se acostumbraron y yo deme acostumbre. Las ovejas también se acostumbraran a mi ausencia. Pensó el muchacho.

Desde allá arriba contemplo la plaza. El vendedor de palomitas siguió vendiendo sus papelinas. Una joven pareja se se sentó  en el banco donde él había estado conversando con el viejo y se dieron un largo beso.

Traía el sudor en los sueños de los hombres que un día había partido en busca de lo desconocido, de oro, de aventuras… y de pirámides. El muchacho comenzó a envidiar la libertad del viento y percibió que podría ser como él. Nada se lo impedía, excepto el mismo. Las ovejas, la hija del comerciante los campos de Andalucía, eran apenas los pasos de su leyenda personal.

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