martes, 11 de septiembre de 2012

PRIMER REPORTE DE LECTURA


El ALQUIMISTA
Paulo Coelho
 
 
 

 

 

 


 

Primera parte

El muchacho se llamaba Santiago, comenzaba a oscurecer cuando llego con su rebaño frente a una vieja iglesia abandonada. El techo se había derrumbado hacia mucho tiempo y un enorme sicomoro había crecido en el lugar que antes ocupaba la sacristía.

Decidió pasar la noche allí. Hizo que todas las ovejas entrasen por la puerta en ruinas y entonces coloco algunas tablas, de manera que no pudieran huir durante la noche.

Cubrió el suelo con su chaqueta y se acostó, usando como almohada el libro que acaba de leer. Recordó, antes de dormir, que tenia que comenzar a leer libros mas gruesos: se tardaba mas en acabarlos y constituían almohadas mas confortables durante la noche.

Aun estaba oscuro cuando despertó.

<<Quería dormir un poco mas >>, pensó. Había tenido el mismo sueño que la semana pasada y otra vez se había despertado antes del final.

Se levanto  y tomo un trago de vino. Se había dado cuenta de que en cuanto él se despertaba, la mayoría de los animales también lo hacia. Como si hubiese alguna misteriosa energía uniendo su vida. Desde hacia 2 años recorrían con el la tierra, en busca de agua y alimento.

Algunas de ellas, no obstante, tardaban un poco mas en levantarse; el muchacho las despertó, una por una con su cayado, llamando a cada cual por su nombre.

El les hablaba de los libros que le habían impresionado hablarles de la soledad.

En los 2 últimos años, no obstante, su tema había sido prácticamente solo uno: la niña, hija del comerciante, que vivía en la ciudad adonde llegarían dentro  de 4 días.

Un amigo le había indicado la tienda, y el pastor había llevado sus ovejas allí.

-necesito vender lana- le dijo al comerciante.

La tiendo del hombre estaba llena, y el comerciante pidió al pastor que esperara hasta el atardecer. El se sentó en la acera frente a la tienda y saco un libro de su alforja.

-no sabía que los pastores fueran capaces de leer libros- dijo una voz femenina de su lado.

Era una joven típica de la región de Andalucía con sus cabellos negros lisos y los ojos que recordaban vagamente a los antiguos conquistadores moros.

Se quedaron conversando durante más de 2 horas. Ella le conto que era hija del comerciante y hablo de la vida en la aldea, donde cada día era igual al otro.

A medida que el tiempo fue pasando, el muchacho comenzó a }desear que aquel dia no acabase nunca, que el padre de la joven siguiera ocupado mucho tiempo y le mandase a esperar tres dias. Se dio cuenta de que estaba sintiendo algo que nunca había sentido antes: las ganas de quedarse a vivir en una ciudad para siempre. Con la niña de cabellos negros.

El día comenzó a abrirse y el pastor coloco las ovejas en dirección al sol, “ellas nunca necesitaran tomar una decisión- pensó-. Quizá por eso permanezcan siempre tan cerca de mi. La única necesidad que las ovejas sentían era la del agua y alimento.

A cambio ofrecían generosamente su lana, su compañía, -y de vez en cuando-, su carne.

El muchacho comenzó a extrañarse de sus propios pensamientos quizá la iglesia con aquel sicomoro creciendo dentro, estuviese embrujada. ¡había hecho  que soñase el mismo sueño  por segunda vez  y le estaba provocando una sensación de rabia contra sus compañeras, siempre tan fieles.

Sabia que en pocas horas, con el sol alto, el calor seria tan fuerte que no podría conducir a las ovejas por el campo. Era la hora en que  toda España dormía en verano. El calor se prolongaba hasta la noche.

En dos años de recorridos por las planicies de Andalucía el ya se conocía de memoria todas las ciudades de la región, y ésta era la gran razón de su vida: viajar. Estaba pensando en explicar esta vez a la chica por que un simple pastor sabe leer.

Sus padres querrían que  él fuese cura, motivo de orgullo para una sencilla familia campesina  que trabajaba a penas para la comida y agua, como sus ovejas,. Estudio latín, español, teología. Pero desde niño soñaba con conocer el mundo y eso era mucho mas importante que conocer a Dios y los pecados de los hombres.

El horizonte se tiño de rojo y después apareció el sol. El muchacho recordó la conversación con el padre y se sintió alegre; ya había conocido muchos castillos y muchas mujeres (aunque ninguna igual a aquella que lo esperaba dentro de dos días). Tenía una chaqueta, un libro que podía cambiar por otro y un rebaño de ovejas. Lo mas importante, sin embargo, era que cada día realizaba el gran sueño de su vida, viajar.

Miro el cielo y calculo que llegaría a Tarifa antes de la hora del almuerzo. Allí podría cambiar su libro por otro mas voluminoso, llenar la bota de vino, afeitarse y cortarse el pelo; tenia que estar bien para poder encontrarse con la chica y no querría pensar en la posibilidad de que otro pastor hubiera llegado antes que él, con mas ovejas, para pedir su mano.

Reflexionó, mientras miraba nuevamente el cielo, y apretaba el paso. Acababa de acordarse que en tarifa vivía una vieja capaz de interpretar los sueños.

La vieja condujo al muchacho hasta un cuarto, en le fondo de la casa, separado de la sala por una cortina hecha con tiras de plástico de varios colores.

La vieja se sentó y le pidió que hiciera lo mismo. Después e cogió las manos y empezó a rezar en voz baja.

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